Te quiero regalar la promesa de que no nos hagamos promesas. Pero también el deseo de pedirnos en uno de los 3 deseos. Lo cual sería casi un empate técnico entre el pensar y el sentir. Un senti-pensamiento perfecto.
Mejor para mí que, cuando te veo, me siento la chica más linda del mundo. Mejor para vos que, cuando te miro, de hecho lo sos.
De todas maneras no voy a negar el miedo a un gol en contra.
Estar sola es una fiesta. Hago todo cuando se me antoja y hasta soy mi propia jefa. Por ende si falto me perdono el día y también la noche.
Lo que yo quería decirte, en realidad, tiene que ver con lo mucho que volé cuando me regalaste el avioncito. Me estrellé contra las estrellas y amanecí llena de brillo. Un poco despeinada -sí, claro- pero repleta de átomos que no por ser diminutos no construyen un imperio.
Mujer de las alas claras y frescas, ¿¡cómo te trata la mañana cuando todo lo que está por venir está vacío de mí y terminas agotada?!
¿¡Y a mí!? ¿¡Cómo me trata la noche cuando te extraño como a nadie y no hay verso, ni carta, que me aguante!?
Aquí pasa, Señores, que cometimos errores. Presumimos lo que debió ser preservado. Y las palomas, espantadas, se escaparon cuando le hicimos el "fiu, fiu" con la mano.
Debí de entender que también eras paloma.
Debiste atender al "veni" de mi mano.
Ahora ya es tarde. O muy temprano.
Y ya no sé si hablo del día, o de nosotras.
Pero te amo.
🖊️ Agustina Ferrand

No hay comentarios.:
Publicar un comentario