Fue ella, y no otra, quien me enseñó a valorar la lluvia (entre otras cosas). Y fui yo, y no otra, quien la ayudó a superarse (al menos literaria o artísticamente).
Siempre fue torpe en sus maneras. Al día de hoy escribe como si estuviese arriba de un tren y las vías no fuesen del todo estables, o seguras.
Me alegra la vida cuando se baja de la rebeldía o el trabajo y me ofrece un silencio o un poema absoluto (de esos que realmente comunican). Como sé que yo le simpatizo mucho más cuando hay muchas nueces, y no un escándalo de ruido.
Somos diferentes. Ojalá complementarias. Para que cuando venga y rompa el aire que respiro con su sonrisa 20 puntos, yo sepa cuál de todos los botones apretar para que, por fin, entre los ojos tenga un chakra soñado o elevado.
Siempre quise besarla. Eso es cosa del minuto 5.
Quizá si lo hago, o ella se me adelanta, lleguemos al "veinte veintiséis" rodeadas de sincronías, mariposotas o buenos vinos.
De igual manera, ella sabe que yo sé que tallar un rostro fue cosa de sus padres. Y no de los míos.
Yo nomás imaginé y tuve el pulso.
¿Sabés qué, flaquita?
Tenés en los ojos el color del agua más pura del mundo.
Si me caigo, ahí, adentro... ¿me tirás una soga para volver a lo mío?
🖊️ Agustina Ferrand

No hay comentarios.:
Publicar un comentario