domingo, 21 de diciembre de 2025

Silvina, la kiosquera

Cuando hablo con Silvina, la kiosquera,  entiendo la vida como nunca. Ella, kiosquera -pero más guerrera empedernida-, me lo explica.

Silvina tiene que decidir entre comer ella o darle de comer a su hijo. Una vez al día, claro está. Como más de uno, por acá y por allá.

Dejó de ir a la feria porque le sale un dineral pagar "el remis" hasta allá. Pero va ganándose el mango, a pura inteligencia y haciendo honor a su padre y a su carne. Que por cierto es oscura, como oscuros son sus ojos y quizá su destino. 

Silvina sabe ganarse la vida aprovechando las oportunidades. Que no es lo mismo que decir "aprovechándose de los demás". Es decir, que no es lo mismo que hablar -largo y tendido- de "oportunismo".

Eso que hacen -sin pelos en la lengua- algunos seres crueles o políticos.

Silvina en Invierno ofrece "petacas", chiquititas, pa' que el trabajador al salir pase por su negocio, y sin gastar mucho le haga frente al frío.

En Primavera ofrece una enorme variedad de plantas. En Verano... ¡inflables para la pile! Y en Otoño... ¡barriletes a más no soñar!

Me cuenta que al igual que yo, en su adolescencia reaccionaria, bien supo militar. Pero ya no, "ahora ya pasó la fiebre". Lo cual no significa que haya dejado de creer en la Democracia. De hecho anhela con fervor volver a votar.  Como todos los que creemos en la elección y el saber popular. 

Silvina tiene en los ojos dos ciruelas altísimas. Por eso le sigo comprando y le transfiero confiando. Pero mejor aún, por eso me sigo quedando y tenemos charlas políticas y profundas. 

Mamá de un hijo gay y de Mateo. El niño que no puede pasar de año, en la Escuela, ni con toda la voluntad del mundo. Respecto al hijo que elije hombres, como yo elijo -o creo elegir- mujeres, ¡si nos habremos desahogado con Silvina!

Son muy pocos los que encuentran su compañía, de manera clara y no muy turbia. Porque turbios son los lugares donde fuimos a meternos, y nos seguimos metiendo, en pos de encontrar una caricia. Y eso lo sabe cualquier LGBTQ+, al menos en Argentina.

"Uno no elige la lluvia..." inmortalizó Cortázar. Pero qué bueno, Silvina, que uno todavía pueda elegir la próxima piña. Es decir: amar incondicionalmente nuestra miseria, pero no por eso "ser miserables".

Y salir a observar la vida con ojos de ciruela, nomás PA' volver y darnos cuenta de que quizá sí, somos más pobres. Pero no por eso menos idealistas y humanos/as.

Cuando hablo con Silvina, la kiosquera, no es un diálogo. Es algo mejor todavía: un fraternal y cálido abrazo. De esos que te dicen "no sé si te puedo solucionar la vida, pero igual te banco".

🖊️ Agustina Ferrand 

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