Cuenta la leyenda que en Santo Tomé los colectivos eran amarillos, nomás por pura apología al sol. Y que salían -claramente bien temprano- las madres, las abuelas, los obreros y los niños, y se trepaban a los coches como podían. Como podían también pagaban el boleto. Y con todo lo que les quedaba, de piedad y de dinero, rogaban que no hubiese ningún accidente en el puente Carretero, así no llegaban tarde y empezaban el día con el pie derecho. Que no por ser derecho sabe más que el izquierdo. Eso también lo intuían. En especial los de la ropa sucia y los mocos por limpiar.
🖊️ Agustina Ferrand

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