Y si llega, cuando llegue, que sea dulce, amplia y buena gente. Que no haya miedo alguno entre nosotras, excepto alguna que otra mariposa negra revoloteando, que a veces se le parece. Pero qué no es más que el lado oscuro que todos tenemos. Y que, a veces, escondemos. Por miedo a dejar de ser amados. Me pregunto si se dará cuenta cuando la amo. O si yo prestaré atención a sus señales verdes. Y la respuesta es "ojalá", o mejor aún, "que así sea". Porque de una sumida adversidad se sale pidiendo algo demasiado diferente. Algo, sobre todo, que esté presente. Que no juegue el juego sucio de ignorar o esfumarse. Que abrace cuando el cuerpo lo pida. Que bese cuando la lucha sea dura, y una vuelva con los ojos cansados, "a veces de haber visto la tierra que no cambia". Que intuya cuando una no pueda poner nada en palabras. Cuando un silencio sea todo lo que abunde o lo que haya. Pero, sobre todo, que hable cuando el cielo esté despejado. (Es cuando mejor nos escuchamos). Y que si no llega pronto, que se siga preparando al otro lado de los cisnes. Para que la entrada sea triunfal, pero también sencilla. Y la casa y las estrellas, por fin, se iluminen. Mientras avanza un gato que no araña, por la vereda y mi mente, en la mitad de una vida. Que llegue así: lastimada, pero que no deje ni una herida.
🖊️ Agustina Ferrand

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