La bruja, que por cierto era mucho más grande y sabia que yo, tiró las cartas y advirtió: "Puede que no encuentres a la chica de tus sueños. Porque tu sueño, en realidad, es convertirte en una chica. Recordá lo que otras decían: [[[No se nace mujer. Se llega a serlo]]]. Puede que la chica de tus sueños no aparezca, y ni siquiera exista. Puede que tu trabajo, en realidad, consista en darles sueños a las chicas. Y aunque parezca tan sólo un juego de palabras, bien sabemos que la verdad también se esconde en lo lúdico. Prestá atención. Puede que tu norte sea brindarte. Encontrar en el salto el motivo de tu vida. Y amainar con tu esencia, una y mil tempestades. Deberás tener mucha paciencia, muchachita, porque tu búsqueda no es sólo cosa de una moda o un día. Es un entramado complejo que arde y sopla, en el medio del campo y de la vida. Y se repite infinitamente. Hasta cansar a los de siempre. O hasta atraer a los que nunca. Porque si hay algo que tu alma pide a gritos es la suficiente soledad empedernida. Para poder llenar tu vaso. Y entonces sí, luego volcarlo".
La bruja me miró, atenta y compasiva. Mientras sus palabras formaban un eco, y luego un laberinto, del que sólo podía salir por arriba.
Ahí nomás lo supe. La verdad en mí ardía. Ya nada podía separarme de la botella al mar y del mensaje. Para soportarlo, "paciencia" era la única palabra que la bruja ofrecía.
🖊️ Agustina Ferrand

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