Lo tierno no es tonto. Lo tierno no es que no sufra. Lo tierno no es que no vea nada. Lo tierno no es lo no escindido. Sencillamente entendió que sólo desde su ternura puede, realmente, generar un cambio positivo.
Lo tierno no lleva en su espalda - o dentro de sus ojos - baldes, y más baldes, de mar así porque sí. Sabe que todo a su alrededor se prende fuego. Entonces busca apaciguar las fieras llevándole de su agua y también de su miel.
La ternura no es inocencia. Y la inocencia no es "objeto de burla". Es una postura profundamente política -como bien dijo Fernando Ulloa- "es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos".
Es intentar, quizá, acercar un pétalo donde otros sólo acercan una espina. Y entonces darle a la rosa su ceremonia intacta. Para que nunca más se sienta sola por ser rosa.
La ternura, más que un mecanismo de defensa, es un mecanismo de ataque. Por eso hasta el poder más recalcitrante se arrodilla, por un poco de su suerte.
Yo, que soy una mujer que ha tenido que pegar más de un grito, para salir o para entrar -como quien pega un sticker buscando ojos que lo vean y, por fin, lo reconozcan- sé que mi destino mismo llegó a depender de mi vuelta a la fuente.
Y en la fuente no sólo hay riqueza emocional y entendimiento compasivo y absoluto. Sino también... ternura transmutando todo el dolor en pura dicha.
🖊️ Agustina Ferrand

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