Él, que en ese momento fue mi padre, como fueron mis padres muchos hombres a lo largo de mi vida, me dijo "portate bien".
Lo que él nunca supo -y quizá nunca sepa- es que sus palabras calaron hondo en mi ser. Fue un gualicho de cuidado. De instinto paternal, quizá. Pero sin duda un tejido complejo que sólo él pudo volver simple o sencillo.
Llegué a casa y dibujé.
Porque yo sabía que me hacían falta "palabras así". De esas que parece que te "retan", pero van y vuelven tan colmadas de luz, que se transforman en una especie de "compromiso a futuro".
Fue desde ese día que sentí en mi pecho que jamás podría fallarle. Que el brillo de sus ojos y su paz, su ingenio y su templanza, debían ser algo así como "unos astros" que iluminen mi camino, de ahora en más y para siempre.
Gracias por eso.
Me queda el resto de mi vida para seguir siendo perra que sigue la huella de sus amos. Es decir: de todo lo que admira.
Gracias, gracias, gracias.
Me estoy portando bien. Como vos, preocupado por mí, me pediste aquel día. Tkm.
🖊️ Agustina Ferrand

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