Si fuésemos, realmente, conscientes de que el otro no es un objeto... sino un espíritu encerrado en un cuerpo, quizá seríamos más cuidadosos a la hora de acercarnos.
Puede que fallemos, a menudo, en los tratos. Pero nunca es tarde para firmar nuevos papeles y hacer consciente lo que antes pasaba desapercibido.
Que si me enamoran, yo también soy capaz de enamorar. Entonces medir el intento o el impacto.
Que si hay agua o fuego en mis bolsillos, yo también puedo quemar o inundar. Entonces con las manos hacer un cuenco. Pa' recibir lo que vuelve, después de la chispa o el baldazo.
Ser, en demasía, claros y sujetados por nuestros deseos... puede que nos acerque y exija control, al mismo tiempo.
Es decir: si sé que quiero algo, voy a tratarlo con sumo cuidado y acercarme como quien se acerca a un niño recién nacido. Sabiendo que el más leve descuido puede descuidarlo.
Eso también es amar.
No descuidar -ni mucho menos ilusionar- si no vamos a hacernos cargo, del espíritu y del cuerpo, del otro (o la otra) que también senti-piensa y es parte, ineludible, de las consecuencias de nuestros actos.
Cuando lo asimilo, puedo perdonarme la vida y ser alguien completamente distinto.
Alguien que seguramente volverá a equivocarse. Pero ésta vez con mayor, o mejor, aprendizaje.
Te deseo que si no vas a usar algo lo dejes donde está.
Y que toda la claridad del mundo te invada, por los cuatro costados. Primero en vos y después en los demás.
Nunca es tarde para ordenar un desastre.
Hacer nuestra parte será la osadía.
Y por qué no... el alivio que nos cura.
🖊️ Agustina Ferrand

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