Dicen que si arranco una flor, en realidad, la decapito. Pero igual cometo el delito. Y voy con la flor hasta quien corresponda. Después de que haya pasado un mundo bajo el puente. Para reencontrarme, qué más da, con la que fui siempre. Quizá no tenga otro destino que cambiarle el nombre a las cosas. Y andar con la flor en una mano, y el otoño yéndose -para volver- en la otra. ¡Es que somos tan cíclicas! Que sabemos que a la alegría le sigue la tristeza. Y viceversa. Y que "para descansar de lo superficial" -como bien decía Porchia- a veces "necesitamos abismos". Por ende no hay ni una pizca de rareza en asumir que también tengo saltos al vacío, miedos y nerviosismos. Aún así, con el ala -una y mil veces- ansiosa y -sobre todo- cuando nadie me crea: apuesto al amor de película. Sin apabullarlo con mentiras. Siendo clara, como el agua, tan necesaria. ¡Y ya que hablamos del agua! Recuerdo -todavía- cuando en casa no había agua. Cuando pusieron el primer ladrillo y yo me emocioné -tanto como me afligí- por todo lo que se venía. Es que ser grande duele. Pero no todo es tan trágico. ¡Ahora sí que podemos hacer todo lo que nos prohibían cuando éramos chicos! Lástima que metamos -tantas veces- la pata con la impaciencia, por encima de todas las metidas de pata. Lo bueno es que tenemos alma. Y esa sí que se nos nota en la mirada. "Reformular el amor romántico" es de lo más extraordinario. ¿Podríamos entonces primero ser amigos/as? O, como dice David Rees -entre tanto- mejor que nadie, "¿será verdad que los mejores amantes son, primero, enemigos? *De* De* Decime cuál es tu signo. Y si querés después nos regalamos una playlist que se parezca a una tormenta. Con techo de machimbre, claro está. Que sino se sienten, a morir, las piedras cuando caen. Y eso, a excepción del amor, no se lo deseo a nadie.
🖊️ Agustina Ferrand
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